La presbicia se define como la disminución del poder de enfoque con la vista, impide ver bien lo que se encuentra cerca. Se trata de un fenómeno “natural” que todo el mundo te dirá que te tocará después de los cuarenta, y parece casi no fallar, ¿verdad?
Para ver de cerca el cristalino se curva rápidamente para obtener una imagen nítida, es el enfoque, la puesta a punto. La ciencia te dirá que el cristalino ha perdido su elasticidad por efecto del envejecimiento, sin embargo existe otra forma de comprender esta experiencia, presta atención.
La vista, está vinculada a una noción de tiempo. Nuestra mente relaciona cercanía y lejanía con el tiempo que nos lleva llegar hasta ahí. Esto funciona en términos reales o simbólicos como siempre decimos. Simbólicamente para todos en forma colectiva vemos el llegar a los cuarenta, como la cúspide de la cima de la vida, entendiendo que hasta los 40 fuimos jóvenes y teníamos aún mucho tiempo, sin preocuparnos por el futuro ni la vejez.
Cuando somos veinteañeros, sentimos que la vida está aún por delante, y tenemos tiempo para ocuparnos de ella, lo que importa es el ahora, vivir y disfrutar esa juventud. En términos simbólicos nuestra atención está en lo inmediato, no en el futuro lejano. Vamos viviendo, madurando, nos casamos, tenemos hijos, etc., cumpliendo el ciclo natural de la especie. Y si tuviéramos que dibujar la línea de la vida sería una línea horizontal que se vuelve más empinada y en la cima cumplimos los 40, a partir de allí comienza el descenso hasta nuevamente estar en el valle. ¿Te suena verdad?
Inconscientemente asumimos que a los 40 años comienza el declive, que no es inmediato por supuesto. Sabemos que nos quedan años por delante, pero comienza a dispararse en nuestro interior cierto sentido de urgencia por todo lo que aún no hemos completado. Los proyectos que aún queremos realizar, y nos proyectamos hacia el futuro atentos al tiempo que nos queda para realizarlos.
Ahora bien, delante nuestro ya no está la plenitud de la vida, sino que estamos bajando la colina y adentrándonos en ese valle simbólico que nos llevará a la vejez, tiempo que tenemos la idea de que es el fin de la posibilidad de cumplir con esos proyectos vitales.
En esta perspectiva, se vuelve vital, poder valorar el tiempo que nos queda, versus los planes y proyectos que queremos realizar. Esto hace vital para sobrevivir, el poner la atención y la capacidad de ver con claridad en ese futuro que tengo “escaso” delante de mí. Para esto nuestra visión se adapta, y se vuelve buena mirando a ese futuro, para calibrar nuestras posibilidades. En esta época también es que en general, afrontamos la muerte de nuestros padres, lo que pone a la muerte dentro de la ecuación.
Hay que estar atentos, hay que mirar ese futuro no sea cosa que se nos escape y para ello nos volvemos buenos mirando a lo lejos. ¿Suena razonable verdad?
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