La herida de rechazo te mantendra lejos de tus sueños
- SoltaryCrecer
- 12 may
- 4 Min. de lectura

¿Eres de los que viven, de las que viven en modo espera? ¿Qué significa esto?
Significa haber aprendido, desde la más tierna infancia, a esperar que la vida misma despliegue sus encantos o sus soluciones, “acomodando los zapallos en el carro”, como única forma posible de vivir.
Es decir, estar convencido o convencida de que no hay más opción que esperar. ¿Por qué? Porque de alguna manera, de algún lugar crees que no tenés chance de modificar tus circunstancias y mucha, mucha gente vive en este modo.
Entonces el mundo está dado, me preexiste, yo aterricé en el mundo, el mundo tiene sus reglas y si quiero sobrevivir y quiero que me vaya bien, tengo que aprender a manejarme con las reglas del mundo. Tiene que ver con dónde pongo el punto de control de mis circunstancias y tendemos a ponerlo fuera de nosotros.
Si esto fuese verdad, serías una víctima del mundo que ves, y no lo eres.
Si esto fuese cierto harías bien en entregar tu poder interior y fundamental al mundo, y rezar porque lo use bien para ti. Sin embargo, esto no es real, ni siquiera posible. Puedes renunciar a tu poder, pero eso no hace que desaparezca. Sigue estando allí, disponible por si acaso algún día lo reconoces como tu recurso de vida más preciado.

Tienes siempre el poder de ELEGIR qué pensar sobre el mundo, que sentir y qué hacer. El poder de elegir dónde poner tu confianza, si en otros o en ti, y cuando hablo de otros me refiero a cualquier otro, un mentor, padres, pareja, líder religioso, doctor de cabecera, etc, etc, etc.
Si tu crees que no tienes poder real de cambiar las cosas, no las vas a cambiar.
Vivirás siempre en estado de espera y de deseo.
Deseando que algo pase, deseando que alguien diga, que alguien haga, que llame, que te encuentre, que te vean, que te elijan. Del deseo nace el modo espera y vives esperando la oportunidad, esperando el reconocimiento, esperando la muestra de amor, esperando la validación del otro y si no llega, por supuesto te desvalorizarás.
Te sentirás mal, pero no te sacará de la espera, seguirás esperando.
¿De dónde sale este modo espera? ¿Por qué no logras dar ese paso? ¿Por qué no logras accionar hacia lo que quieres para ti?
Si estás en estas circunstancias es porque obviamente hay algo configurado, hay algo en este modo espera, hay algo en este modo de “no reaccionar nunca” que te está invisiblemente atando, te está invisiblemente reteniendo de ir hacia donde tú ya sabes que tienes que ir, que te inhibe el cambio, te inhibe la acción. Eso es un programa inconsciente que está moviendo tus hilos como si fueras una marioneta y sin embargo la marioneta quiere moverse, pero si el titiritero no agarra el palito que se mueve y mueve los hilos, el títere no se mueve por más que tenga ganas.
El títere está ahí esperando que alguien mueva los hilos de su vida, de su movimiento, de su existencia y lo lleve a un mejor lugar. Estos hilos los maneja el inconsciente, y lo seguirá haciendo mientras no tomes el control. La diferencia del títere de madera a ti, es que tu puedes darte cuenta y tomar conciencia y así moverte, cortar esos hilos, de a poco y te vas haciendo más autónoma/o.
En algún punto aprendiste que si te movías perdías algo de valor, es tan simple como esto.
El inconsciente tomó nota de una experiencia en que intentaste un movimiento real o simbólico para encontrar, alcanzar ese logro, eso que deseabas, que querías en ese momento y recibiste un golpe, tambien real o simbólico, esos en que te queda la vivencia emocional de la derrota, con miedo o verguenza incluido incluso.
Tan duro sentimos ese golpe que el inconsciente dice “no, no, no, no, quédate quieta, quédate quietito, ¿qué necesidad?”; Y no deja que actives el movimiento. Es la llamada “herida de rechazo”, que habrás escuchado seguramente.

Esta es una de las heridas de la infancia, la herida de rechazo. Imagínate un niño, una niña, tú de niño, tú en versión niña, tu versión bebé, tu versión chiquita, chiquito, yendo en busca de una aprobación, yendo en busca de un abrazo, de un beso, de un te amo, un te quiero, de un “qué inteligente que sos”, “qué divino que sos”, “qué divina que sos”, “te adoro”, “te quiero”, “vos podés”, “dale que vos podés”, “estoy orgullosa de vos”; esa convicción que una madre/padre le transmite a un hijo, vos podés, dale para adelante, si te caes te levantamos, le dicen sus padres.
Pero muchas veces esto no sucede.
Y bueno no sucedió, y si no sucedió fue porque tu mamá y tu papá, o tu papá o tu mamá, no tuvieron esa herramienta, no tuvieron ese saber para acompañar tu crianza. La herida de rechazo es una marca que queda, una experiencia vivida de eso, de rechazo, donde fuimos con la mejor intención, fuimos amorosamente y nos empujaron hacia atrás, hemos sido rechazados, es un “no, no, no, ahora no”, es un “no me jorobes”, es un “retirate”, que dolió y fíjate en esto:
La medida en que a vos te cueste avanzar,
es la misma medida en que te dolió aquel rechazo.
En la misma medida en que a vos te cueste avanzar hacia donde quieras ir, en esa misma medida fue el rechazo, fue el desprecio que sentiste, el rechazo que sentiste, el empujón, el contrasentido, el frenazo, el golpe, el empujón, el rechazo que sentiste de parte de un ser querido, de un ser del que esperabas una muestra de amor y recibiste una muestra de rechazo.
Una vez que se instala en nosotros la posibilidad de ser rechazados, con la emoción tan desvalorizante que genera, estaremos muy atentos a esta posibilidad, reviviéndola una y otra vez y de a poco, comenzando a creer que hay algo malo con nosotros de verdad y tu inconsciente, que se va construyendo un relato interno de quien eres y de las posibilidades a que puedes aspirar, te va a mantener lejos de todo peligro real o potencial.
¿Cómo lo hará?
Manteniéndote quietito/a dentro de tu zona de “comfort”.
Pero recuerda: Tienes siempre el poder de ELEGIR qué pensar sobre el mundo, que sentir y qué hacer con tu vida...justo ahora.

No dejes de escuchar el Episodio del Podcast donde te cuento más de este tema y te dejo un ejercicio meditativo para ¡ponerte en movimiento!
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